Tiendas de cachivaches: la utilidad de lo barato

Tiendas de cachivaches: la utilidad de lo barato

Dados, porta vasos, chulos, ganchos, trompos, lápices, gominas, juguetes, tizas, pitos, porcelanas, espejos, borradores, labiales, peinillas y hasta preservativos son algunas de las cosas que se pueden encontrar en una tienda de cachivaches. No son novedosos ni están a la moda, simplemente le han facilitado, de alguna manera, la vida al hombre hace más de un siglo, y aún hoy es rentable venderlos no solo porque “para algo sirven” sino por lo económicos que resultan al comprarlos.

 

Recorriendo el centro de Medellín se encontrará una gran diversidad de negocios tales como bares, restaurantes, tiendas de bolsos y calzado, cigarrerías, tiendas naturistas almacenes de ropa…y tiendas de remates o el popularmente conocido negocio del cachivache, los cuales están inundando no sólo el centro de la ciudad, sino también los barrios. Si se observa detenidamente podrá darse cuenta de que hay más tiendas de remates de las que espera encontrar, puede toparse aproximadamente con una por cuadra.

 

A 50 metros de la carrera Palacé, por Ayacucho, yendo hacia la avenida Oriental,  está la tienda, Remates el Surtidor, un local de aproximadamente 5 metros de frente por 3 de fondo, cinco años de establecido y con variedad de surtido pero en pocas cantidades en comparación con los remates que se encuentran más adelante. El local es atendido sólo por Claudia, la misma que hace las veces de administradora y vendedora.

 

Claudia, aunque habla poco, comenta que el nombre de las tiendas, remate, es para que todas las personas que pasen entiendan que es un lugar donde se vende más barato de lo normal y que no son tiendas especializadas sino que venden variedad de productos. También dice que, aunque el negocio de los remates es muy productivo, cada día aumenta la competencia con nuevas tiendas, lo que ocasiona una disminución gradual en las ventas.

 

En Remates El Surtidor se venden productos tan diferentes como juguetes, adornos para la casa, accesorios femeninos, productos de aseo, útiles escolares, implementos de cocina, entre cientos de objetos, casi todos de escasa vida útil. En palabras de Claudia, “se vende de todo un poco”, con precios que varían en un rango entre $100 y $20.000. Dentro de la tienda no hay nada que supere este valor.

 

Al Salir del Surtidor en dirección hacia la Oriental, por la calle Ayacucho con el pasaje la Bastilla, está Remates El Campeón, un local rectangular con aproximadamente 7 metros de fondo por 2 metros de frente, lo que impide que se puedan ver muchos de los productos de la tienda desde afuera.

 

Luego de entrar, se puede percibir que hay más variedad y cantidad de cosas que en El Surtidor, pero “quizás por lo estrecho que se ve desde afuera el negocio y la falta de avisos publicitarios es que las ventas no son muy buenas y por eso a veces nos toca ver cómo la gente pasa de largo y se meten a los otros remates”, afirma Diana, una de las vendedoras.

 

 

Aquí, al igual que en Remates El Surtidor”, se “vende de todo un poco”, “de cuanto cachivache resulta o pide la gente”, como lo expresa Jorge, el administrador, “Todo aquí se exhibe y se vende porque durante el poco tiempo que llevamos la gente lo pidió o nosotros nos hemos dado cuenta que está de moda, que es rentable o que no puede faltar en el surtido del negocio”.

 

En este remate, a diferencia del primero, los productos tienen un rango de precios más amplio: hay pocas cosas de $200 y así van subiendo hasta llegar al más caro, una retroexcavadora de juguete de $110.000, bastante alto para llamar a este producto cachivache, que de acuerdo  con la Real Academia de la Lengua es un trebejo, vasija, cosa rota o aquello que ha sido apartado por inútil.     

 

Héroes de Ayacucho es una tienda ubicada a media cuadra de la anterior, que anuncia en su aviso de la entrada vender remates, juguetería, cristales y artículos para el hogar; aquí sí se vende “de todo”. El local es mucho más grande que los dos primeros, con una entrada del tamaño de un parqueadero doble para automóviles, tiene mercancía en estantes, canastas y hasta en el suelo, “cosas regadas por todos lados”, según dice un hombre al que llaman El negro y quien hace las veces de vendedor y vigilante.

 

El negro trabaja para Héroes de Ayacucho un poco más de dos años, pero asegura que este remate fue establecido hace más de cinco. Él comenta que este negocio es bastante reconocido y tiene clientes constantes, personas que hace años han ido a comprar mercancía no solo para ellos, sino también para revender, para surtir sus negocios o para ofrecer en los pueblos. Aquí los precios van desde $200 hasta $120.000, dependiendo del producto.

 

Él cuenta que manejar este negocio requiere de mucho orden: “tenemos abogado, contador, hay bodega para almacenar mercancía, se tienen todos los papeles al orden del día, se paga Industria y Comercio, hay una cajera y cuatro vendedoras y yo soy el vigilante, aunque también debo vender y llamar a la gente para que entre a comprar”.

 

Héroes de Ayacucho tiene varias estrategias de venta, entre ellas poner anuncios con las promociones en hojas de colores llamativos por diferentes partes del negocio, ubicar los productos más baratos o los más bonitos en la entrada para llamar la atención de las personas que pasan por el frente, además tienen una grabación que ponen a rodar en un equipo de sonido cuyos parlantes anuncian los productos que valen $200 en un pregón que se repite varias veces y dice:

 

“Sí, bien pueda, entre; lo del primer y segundo tablón le vale a $200, a $200 le vale, veaaa. ¡La gente entra sin nada y sale con unas talegadas que parece que se fueran a caer!  Le vale a $200, a $200 le vale, veaaa. ¡Lo que más bonito y barato le parezca, oiga! ¡Lo que no le guste no lo lleve!”. “En conclusión, dice el negro, aquí el patrón no se vara, el siempre se las arregla para que las ventas se mantengan o mejoren”.

 

“El negocio de los remates es muy sencillo: el patrón va y compra a los proveedores del Hueco, y de otras ciudades, la mercancía. Pero antes, averigua a qué precio y cuánta cantidad le vendieron a los dueños de otros remates. Luego, le dice al dueño de la mercancía: rebájeme $20 por producto y llevo dos docenas más que los que ya le compraron. Entonces así el consigue la mercancía más barata y puede vender más barato que los demás. Yo me di cuenta que la clave está en pegarse hasta de $20 y en tener donde almacenar bastantes cosas. Por eso, el patrón tiene una bodega para guardar lo que no le cabe aquí”.    

 

Para que un negocio de estos funcione hay que tener en cuenta cosas como el punto donde está ubicado, qué está marcando la pauta en el mercado, qué tan fuerte es la competencia, qué tan amables son los vendedores y empleados, buscar que hacer con los productos que no tuvieron éxito y no se vendieron. En este último caso, por ejemplo, El Surtidor y Héroes de Ayacucho ponen los productos que después de un tiempo no fueron comprados, a precio de costo para que, finalmente, la gente por lo baratos termine llevándoselos.

 

A las tiendas de cachivaches, aunque parezca mentira, personas de todas las clases, edades y sexos han entrado alguna vez preguntando por algún objeto que en otras tiendas más especializadas y famosas no pudieron encontrar; pero no se puede negar que los clientes número uno son mujeres, por lo general señoras de clase baja y media que aparte de buscar economía, saben escudriñan en los arrumes de cosas hasta encontrar objetos que para ellas proporcionen cualquier utilidad.

 

Aunque en apariencia estas tiendas sólo venden cachivaches, son muchas las personas que a diario entran preguntando por algo que finalmente consiguen y que, de hecho, compran. Como afirma Claudia, con otras “dos o tres cositas que por lo baratas son irresistibles de comprar”.

 

De modo que esa necesidad o ansiedad por comprar, es lo que ha motivado, en gran medida, el surgimiento progresivo de este tipo de tiendas en el centro. Además, son de los pocos lugares donde le garantizan al cliente, conseguirle lo que necesite y se aplican refranes populares como: “pregunte por lo que no vea”, “tratamos de vender barato para no rebajar” y el más común, el que más se utiliza pero que nunca divulgan a un cliente y es que “el precio depende del marrano”.


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